Hubo una puerta llamada del Sol, por lo menos desde el siglo XV. Su nombre bien pudiera deberse a que la puerta miraba a Oriente
Por PEDRO NAVASCUÉS PALACIO. El estudio más completo, detallado y profundo que se hizo sobre el origen de la Puerta del Sol de Madrid
LA PUERTA DEL SOL HASTA LA MUERTE DE FERNANDO VII (1833)
“Por paradoja la historia de la Puerta del Sol, es uno de los aspectos menos conocidos de la Villa de Madrid, corriendo muchas historietas sobre su origen, y abundantes confusiones sobre la génesis de la plaza hasta llegar a nosotros tal y como hoy podemos verla. Lo único que ha permanecido inalterable a través de los siglos es su nombre de «Puerta del Sol», que dice lo que la plaza actual fue en otro tiempo. En efecto, hubo una puerta llamada del Sol, por lo menos desde el siglo XV (2) Su nombre bien pudiera deberse a que la puerta miraba a Oriente, si bien, no han faltado hipótesis afirmando que viene del sol pintado sobre la puerta del Castillo de Madrid (3). Recordemos aquí que la Puerta del Sol de Toledo, ni lleva el sol pintado ni mira exactamente a Oriente, por lo que la duda queda sin resolver. En cuanto a la construcción de la puerta, hay que dejar a un lado, por lo menos hasta que. se demuestre documentalmente, la idea de que la Puerta del Sol se construyó en el siglo XIII, a modo de pequeño postigo abierto en la tapia que rodeaba a Madrid (4). Lo que sí se puede afirmar es que la Puerta del Sol existía ya en 1478 (2), y que hay que suponerla donde hoy se conserva su nombre. Por otro lado, Mesonero Romanos asegura que su construcción data de 1520 para defender a Madrid del bandidaje inmediato (3), si bien, no indica el origen de esta noticia. Más interés tiene el manuscrito que he encontrado en el Archivo de Villa, que data de 1539, y cuyo encabezamiento dice: «Las condiciones con qué y cómo se ha de hacer la obra de la Puerta del So1» (5). Se da a entender que se trata de una nueva construcción, quizás reemplazando a otra anterior demolida, sobre la que se levantaría la nueva con «un cimiento en todo lo ancho de la calle de tres pies de grueso y de media vara de alto». No se cita la calle, dato que sería interesantísimo, y sí el de los límites contiguos a la puerta, cuyos cimientos irían desde «el cantón de las casas de Miguel de Hita hasta otro corral de Francisco García, mesonero». La puerta, según las condiciones impuestas, había de ser de ladrillo y cal, especificando incluso la proporción de arena que ésta debía llevar, «a una espuerta de cal dos de arena». En la puerta persistía el carácter militar, puesto que tenía que llevar en lo alto una defensa de seis almenas. El manuscrito termina señalando las formas de pago a los «oficiales que dello sepan». La sencillez de exposición no hace pensar en una obra monumental, sino al contrario, en una obra modesta y de material barato La construcción se llevó a cabo, y tuvo poca vida de ser cierto lo que dice López de Hoyos sobre su derribo en 1570 «para ensanchar y desenfadar tan principal salida» (6).
Otros cronistas como Campani y Montpalau dicen que el derribo tuvo lugar en 1636, sin indicar la procedencia de este dato (7). A raíz de este derribo, en la fecha que fuere, y coincidiendo con la toma de conciencia de la Villa de su nueva condición de Corte, la Puerta del Sol dejó de ser periférica, para ocupar en el siglo XVII el núcleo central de la población. El plano de Teixeira, de 1656, muestra la situación de la plazuela en una encrucijada de calles (8). De calles importantes, que, en una forma más o menos radial, ponía en comunicación las distintas y nuevas puertas de Madrid con el centro mismo de la Villa. Este centralismo riguroso, sería una de las causas que motivaron la reforma del siglo XIX, como se verá más adelante. En el siglo XVIII el suceso más importante que afectó a la fisonomía de la Puerta del Sol, fue la construcción de la Casa de Correos durante el reinado de Carlos III. El aspecto de la plaza cambió bruscamente (9), siendo desde entonces, 1768, el edificio más importante de aquel lugar. La iglesia del Buen Suceso, cuyo perfil y volumen iban muy a tono con el vecino caserío, pasó a jugar un papel secundario en la estrechísima plaza, si bien seguía gozando de la única perspectiva que podía ofrecer aquella encrucijada, por estar en el eje Este-Oeste, es decir, tal y como la recogió Luis Paret en su «Puerta del Sol», cuadro firmado en 1773 (Museo de La Habana). Por el contrario, la amplia fachada de la Casa de Correos, sólo podía ser vista frontalmente con una perspectiva máxima de 20 metros. El plano de Tomás López, de 1785, muestra el cambio producido en la Puerta del Sol, al desaparecer parte de las manzanas números 205 y 206 para dejar sitio al nuevo edificio de Correos (10). Este eliminó la salida a la plaza de la calle de La Paz, si bien intensificó el tránsito por la que desde entonces se llamó del Correo, de modo que a efectos de circulación la Puerta del Sol seguía recibiendo el mismo número de vehículos y peatones. Un último dato correspondiente a este mismo siglo XVIII viene a confundir todo lo referente a la plaza. Se trata de la Planimetría General de Madrid, donde se hace mención de la «Puerta del Sol Vieja», que correspondía a la manzana número 381, en el comienzo de la calle del Arenal (11). Ello parece indicar que hubo una puerta nueva y otra vieja, pertenecientes cada una de ellas a dos recintos distintos (?). No olvidemos que en Toledo se produce un hecho similar, pues hay dos puertas distintas con los nombres de Puerta de Bisagra Vieja y Puerta de Bisagra Nueva. Ni en el reinado de Carlos IV ni en el de Fernando VII, sufrió cambio alguno la Puerta del Sol. Los hechos más importantes en torno a la plaza fueron entonces fundamentalmente políticos, lo cual queda fuera del presente trabajo (12). La época fernandina, como toda etapa de postguerra, fue un período de restauración (Buen Retiro), y de arquitectura conmemorativa en honor a los héroes de la guerra (Obelisco del Dos de Mayo). Fernando VII no tuvo tiempo para reformas de envergadura, ni era tiempo apropiado para pensar en expropiaciones, ni hacer equilibrios con una economía nacional que arrojaba un déficit escalofriante. Era esta una etapa que había que atravesar forzosamente, sobre la cual se apoyará el paréntesis de paz que supone el reinado de Isabel II.
CAUSAS DETERMINANTES DE LA REFORMA DE LA PUERTA DEL SOL EN EL REINADO DE ISABEL II
En efecto, hay que esperar al reinado de Isabel II para que se produzca una renovación del país, promovida por los emigrados liberales, que regresan a España con mentalidad europeizante. En los años de Isabel II se inicia un modesto renacimiento urbano, de carácter «burgués y progresista», como dice Chueca (13), que tiene su mayor exponente en la reforma de la Puerta del Sol. Obra esta sumamente delicada, por tratarse no de un ensanche periférico, sino de una operación en el organismo más vivo de la ciudad. Antes de analizar los motivos que impulsaron al Gobierno a ejecutar este plan de reforma interior, conviene hacer algunas observaciones sobre el nuevo sentido que adquieren estas planificaciones, en relación con las de épocas anteriores. Si unos proyectos como los de Carlos III para el Salón del Prado, por ejemplo, están pensados para ornato de la Corte, la reforma de la Puerta del Sol está entendida sustancialmente como de necesidad y utilidad pública, siendo su belleza algo meramente adjetivo. En segundo lugar es interesante comprobar que mientras dicho Salón del Prado puede considerarse como un regio regalo a los madrileños, en cambio la reforma de la Puerta del Sol viene exigida con el apremio de una necesidad inmediata, y tercero, mientras los autores de las trazas del citado Salón, Ventura Rodríguez y José Hermosilla, eran sobre todo artistas, arquitectos, hombres estrechamente vinculados a la Academia, por el contrario, los autores del proyecto definitivo para la reforma de la Puerta del Sol fueron ingenieros, hombres fundamentalmente calculadores y prácticos, relacionados con la construcción de caminos y canales, como lo fueron Valle, Morer y Rivera. Finalmente, hay que señalar el papel mínimo jugado por la Academia de San Fernando en la reforma, para la cual dicha Corporación presentó también un proyecto, y su dictamen final sobre la solución a escoger no fue escuchado. Postergación de la Academia, ingenieros en lugar de arquitectos, primacía de lo útil sobre lo bello, he aquí tres síntomas de una nueva situación vital, a la cual pertenece nuestro siglo. En cuanto a las causas concretas de la reforma se pueden aducir en principio dos motivos distintos, según los cientos de cartas, expedientes e informes que guarda el Archivo de la Secretaría del Ayuntamiento Unos afirman que la reforma persigue un fin puramente estético, a lo que no podía sacrificarse el bienestar de la población afectada. La opinión contraria, apoya· da por la ley, argumenta la necesidad y utilidad pública de la reforma, hecho ante el que debían ceder los intereses particulares. La causa real que motivó la reforma tiene tanta actualidad que no merece la pena insistir en ello: el agobio creciente de la circulación. Hecho antieconómico y peligroso, que acaba neutralizando y obstaculizando las relaciones comerciales, administrativas o., simplemente humanas de la ciudad, perdiendo ésta sus condiciones de habitabilidad. En un agudo análisis hecho en el siglo pasado por Martín (14), tras estudiar la disposición de las arterias que confluyen en la Puerta del Sol, distingue una circulación de triple especie, que necesariamente había de utilizar aquel punto como paso obligado en su diario recorrido. En primer lugar la circulación de los productos de consumo y abastecimiento, procedente de las huertas y granjas cercanas, que por las distintas puertas entraban en Madrid hasta llegar a la Puerta del Sol.
PRIMEROS INTENTOS DE REFORMA HASTA LA REVOLUCION DE JULIO DE 1854
Una de las primeras personas que pensó en la reforma interior de Madrid fue Mariano de Albo Coronel. Todas estas cifras, superadas hoy mil veces, hay que ponerlas en relación con la superficie indicada de la plaza, para que el problema cobre la magnitud que tuvo para el Madrid isabelino de los centros de mayor consumo y donde se procedía a la descarga de la mercancía para su reparto interior. La propia plaza actuaba de zoco, pues frutas y carnes se vendían junto al Buen Suceso (15). Estas mercancías se transportaban en lentas carretas, carros y pesadas galeras que marchaban al paso. Un segundo movimiento, más intenso y rápido que el anterior, es el que podría denominarse oficial y administrativo. El centralismo administrativo dentro de la propia ciudad, y que aún padecemos hoy y por lo tanto sus consecuencias, hizo que la zona comprendida entre el Palacio Real, calle del Arenal, Puerta del Sol. Alcalá, Paseo del Prado, Carrera de San Jerónimo, Carretas, Atocha, Plaza Mayor, Platerías y la Almudena, estuviesen localizados los siguientes organismos: residencia de la familia real, Oficinas de la Corte, Presidencia del Consejo de Ministros, Ministerios de Estado, Hacienda, Guerra, Gobernación, Fomento, Palacio del Congreso, Audiencia Territorial, Tribunales Supremos de Justicia y de Guerra y Marina, la Diputación Provincial, Casas Consistoríales, etc. Imaginemos por un momento las necesidades y servicios que pueden tener cada uno de estos organismos, durante un período en el que los ministerios llegaban a tener una duración de horas. En un tercer grupo habría que incluir todo el tráfico mercantil, de banca y de la naciente industria, que tenía su acción en la zona anteriormente limitada. A su vez hay que agregar el tránsito que llamaríamos de recreo u otras causas (teatros, paseo, iglesias) y el transo porte de viajeros. Todo este movimiento, con sus horas «punta», a circular por una superficie irregular de 5.069 metros cuadrados, a la que afluían once calles de distinto régimen y encontrada dirección, fue en definitiva lo que obligó a la Junta Consultiva de Policía Urbana a plantear la reforma al Gobierno. Unos interesantes datos publicados en 1857 por Carlos María Rivera, autor del proyecto de ensanche de Madrid, arrojan las siguientes cifras sobre el movimiento de la Puerta del Sol en un día de trabajo, desde las ocho de la mañana hasta las nueve de la tarde (exceptuando la hora de una a dos de la tarde): Coches de todas clases ... 3.218. Ómnibus y diligencias .. . 38. Galeras, carros y carretas: 694.
De Infantería, ingeniero militar y arquitecto de la Real Academia de San Fernando, Albo era un emigrado liberal que volvió a España en 1834, tras la muerte de Fernando VII. De nuevo puede comprobarse cómo las ideas renovadoras en la España del siglo XIX, vienen encarnadas en un exilado político. El hecho es que Albo, que debía de conocer París, escribió unos artículos en el periódico El Clamor Público, en 1846 (16), exponiendo sus ideas sobre una posible-y disparatada-reforma de la Puerta del Sol. Su proyecto, resumido en una posterior publicación (17), concebía la Puerta del Sol como una gran plaza rectangular, cuyo lado sur lo formarían las casas de Mariátegui, Cordero, Correos y Lorencini. El lado norte, paralelo al anterior, llegaría hasta la iglesia del Carmen, con lo que resultaría una plaza muy amplia, excesivamente amplia, que exigiría la expropiación de cientos de casas. Esto y el plazo señalado para su ejecución, veinte años, hacía imposible su realización. Albo proponía además construir una gigantesca catedral en el solar de la iglesia del Carmen, un gran teatro en el de la iglesia del Buen Suceso, y un edificio de Bolsa, sin localización concreta. De este primer proyecto-totalmente desligado de la realidad político-social del momento-se desprenden dos notas, repetidas en la mayor parte de los proyectos posteriores. Una es la ubicación de la línea base de la reforma en la fachada del ya Ministerio de la Gobernación, y otra el deseo de incorporar a la futura plaza una iglesia-catedral, un teatro y el edificio definitivo para la Bolsa, organismo creado en 1831 para controlar el papel de la Deuda pública (18). Mientras que se pensaba en una solución real para la Puerta del Sol, fue aliviándose su aglomeración, trasladando la popular fuente de la Mariblanca, situada frente al Buen Suceso, a la plaza de las Descalzas Reales. Asimismo, en 1848, el Conde de Vista-Hermosa, Corregidor de Madrid, arregló y niveló la pavimentación de la plaza, con lo que ésta ganó mucho. Instaló el alcantarillado, ensanchó las aceras, colocando una gran farola de gas en el centro de la plaza. El nuevo asfalto-enlosada-de la Puerta del Sol costó entonces 30.000 reales (19). El Museo Municipal conserva una reproducción con la plaza en este estado (20). Hacia 1850 era ya bien patente la necesidad de la reforma, y en los periódicos de aquellos años pueden seguirse los continuos debates, en pro y en contra, de lo que comenzó siendo un rumor. Por fin, en 1853, debió de abrirse algún concurso oficial, al que se presentaron al menos tres proyectos. Uno de ellos pertenece a Isidoro Llanos, firmado en 2 de septiembre de 1853, y abarca no solo la Puerta del Sol, sino también la calle del Arenal hasta la plaza que lleva el nombre de la reina (21). La reforma proyectada por Llanos era muy tímida, y se limitaba a ganar unos metros sobre las fachadas que daban frente a Correos, para darle un aspecto más regular a, la plaza, conservando la iglesia del Buen Suceso.
El segundo proyecto que conozco de este momento está sin firmar y se conserva en el Museo Municipal. Se trata de dos litografías con el plano (22) y la perspectiva de la plaza (23), dedicadas a Sartorius, Conde de San Luis, que era ministro de Gobernación en aquel año. Como novedad tenía en el centro de la plaza un monumento dedicado a Isabel II. Es asimismo interesante la galería de hierro y cristal que cierran el bajo y entresuelo de las nuevas casas. El último proyecto presentado aquel año está firmado en 19 de octubre por Pedro Gómez, en nombre de la Junta Consultiva de Policía Urbana (24). Este proyecto centraba la reforma sobre el eje de la fachada de Correos, de modo que quedaba en el centro. Desaparecían el Buen Suceso y gran número de casas del lado norte de la plaza, para lo cual era necesario expropiar más de 6.095 metros cuadrados. La superficie total de la plaza, cuya forma era curva por el norte, llegaría a tener 9.344 metros cuadrados. Este último proyecto fue informado favorablemente por Luis José Sartorius, y presentado a la reina. Isabel II lo aprobó por Real Decreto de 15 de febrero de 1854, publicándose la noticia en la Gaceta de Madrid (25). La descripción del proyecto de la Junta Consultiva fue publicada por el Alcalde, Conde de Quinto, en el Diario Oficial de Avisos de Madrid (26), dando un plaza de diez días para la presentación de reclamaciones. Ni que decir tiene que estas fueron muchísimas en cartas e instancias dirigidas a periódicos y organismos oficiales. Los afectados por las reformas encontraron un sólido apoyo, para hacer frente al proyecto del Gobierno, en la Ley de 17 de julio de 1836, sancionada por la reina María Cristina durante la minoría de edad de Isabel n. En ella se decía que para llevar a cabo una expropiación forzosa era necesario primero que se declarase solemnemente la necesidad y utilidad pública de dicha obra, y en segundo término pagar la correspondiente indemnización antes de efectuar la expropiación. Como el Gobierno en la Real Orden del 22 de abril de 1854, había calificado la obra como simple «proyecto de ensanche, alineación y ornato de la Puerta del Sol», los madrileños afectados creyeron tener ganada la partida. Pero el Gobierno tras la declaración solemne de dicha utilidad procedió al derribo sin más dilaciones. A todo esto se acercaba el verano de 1854 con la famosa revolución de julio (la Vicalvarada), en la que pesó entre otras cosas este problema de la Puerta del Sol, precipitando la caída de Sartorius, muy impopular en Madrid desde la aprobación del proyecto de la Junta Consultiva. El proyecto de reforma quedó suspendido entonces (27), y a juzgar por testimonios de este año 1854, no lo debieron de pasar muy bien aquellas personas relacionadas con la reforma. Así por ejemplo Francisco Fernández de los Ríos inició un expediente de reclamación, a través de Domingo Villasante, solicitando que se le declarase exento de toda responsabilidad, por haber concluido el derribo de las casas de la Puerta del Sol número 14 y sus anejas a la calle.del Carmen y Preciados (28).
LOS PROYECTOS PRESENTADOS DURANTE EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)
Concluidos los cambios políticos que provocó la Vicalvarada, abriendo el paso a los progresistas, se convocaron las Cortes Constituyentes. Estas ratificaron la necesidad de las obras de la Puerta del Sol en 21 de julio de 1855, si bien con arreglo a otros proyectos más ambiciosos que suponían nuevas expropiaciones. Tal decisión motivó la protesta de la opinión pública, que se lamentaba de tal acuerdo cuando aún estaban sin edificar los solares expropiados por el Conde de San Luis, por lo que el aspecto de la plaza era más desolador que nunca. El 19 de junio de 1855, Fernando Hamal, Conde de Hamal, y Eduardo Oliver Manby, Miembro del Instituto de Ingenieros Civiles de Londres, habían presentado al Gobierno una propuesta para llevar a cabo las obras de la Puerta del Sol (29). Consistía en una plaza rectangular de 172 pies de ancho por 621 de largo, siempre sobre la base de la fachada de Correos. Sobre el solar del Buen Suceso se levantaría un edificio de monumental fachada para alojar a la Bolsa, Tribunal y Junta de Comercio. En la fachada opuesta, entre Arenal y Mayor, otro edificio de análogos vuelos serviría de contrapunto al de la Bolsa. La plaza llevaría dos fuentes en el centro. Las plantas y alzados de los edificios se ejecutaron por los arquitectos Juan de Madraza y Aureliano Varona, que los remitieron a la Comisión de ornato el 20 de agosto del mismo año. No obstante, los únicos alzados que conozco del proyecto de Hamal y Manby, se deben a Domingo Inza y se guardan en el Museo Municipal (30). Como puede verse en el grabado es un dibujo correcto con el edificio de Bolsa al fondo. Su estilo es un tanto confuso, si bien muestra algunos matices neorrenacentistas en la fachada de la Carrera de San Jerónimo. Poco después y patrocinado también por Hamal y Manby, el arquitecto Pedro Tomé presentó más de una veintena de planos, sobre los que publicó una memoria explicativa (31). Pedro Tomé llegó a ser elegido circunstancialmente arquitecto-director de las obras, auxiliado por Madraza, Varona, Inza y Federico Incenga y Castellanos. Como respuesta a los proyectos presentados por Hamal y Manby, y con arreglo al concurso abierto por el Gobierno (32) para que, en el plaza máximo de veinte días, se remitiesen las correcciones o nuevas proposiciones, se presentaron hasta cinco proyectos más. A petición de los nuevos concursantes se concedió una prórroga para presentar los proyectos (33). Conozco además otro de gran interés, que por no ir firmado no se si puede corresponder a alguno de estos cinco, o si bien se trata de un sexto proyecto. Consiste éste en una planta rectangular, con el consabido edificio de Bolsa sobre el Buen Suceso, y tras él un magnífico teatro. En el grabado pueden verse los detalles incluso de la disposición interior de estos edificios (34). Los otros cinco proyectos fueron presentados respectivamente por José Antonio Font, Juan Sala y Sivilla, Marqués de Assereto. Eugenio Pascual Hidalgo y Compañía, y Carlos Bosch y Romaña, si bien los de Font y Assereto iball firmados por el arquitecto José del Acebo uno, y el otro por el ingeniero civil Arnaldo de Morichón. El Gobierno remitió a la Academia de San Fernando los seis proyectos con sus correspondientes memorias, para que los examinase y diera luego su aprobación al que la Corporación estimara más adecuado. Reunida la Sección de Arquitectura para analizarlos, sometió a la Academia, en junta general celebrada el 3 de octubre de 1855, la aprobación de dos condiciones preliminares antes de proceder a su estudio: primero, la Academia no se ocuparía de las condiciones económicas de los proyectos, sino tan solo de aquello que estuviera relacionado con la cuestión artística o facultativa; y segundo, la Academia no tomaría en consideración los proyectos cuyos planos no estuviesen autorizados con la firma de un arquitecto.
Esto eliminaba los proyectos de Juan Sala y Sivilla, Eugenio Pascual Hidalgo y del Marqués de Assereto, quien ofrecía concluir las obras en dos años y por una cantidad inferior «a la determinada por el ministerio Sartorius» (35). Este último proyecto, firmado por el ingeniero Morichón, presentaba una plaza rectangular, de 148 por 48 metros, incluyendo en la plaza la Bolsa. El proyecto de Carlos Bosch, que era arquitecto y profesor de arquitectura, fue igualmente eliminado por considerarlo la Academia muy superficial y poco elaborada. En estas circunstancias quedaron como finalistas los presentados por Hamal y Manby, y el de José Antonio Font. El triunfo en principio fue para los primeros, cuyo proyecto salió con 14 votos a favor y 4 en contra, si bien la Academia hizo algunas observaciones tales como la supresión del arco de entrada a la calle del Carmen, aumento de la superficie rectangular de la plaza que se fijaría en 6.864 metros cuadrados, y censura a las fachadas dibujadas por Madraza, porque hubiera sido deseable «que presentasen un carácter más grave y que el sistema adoptado para su ornamentación estuviese más en armonía con los del país y de la época». Al parecer, dentro de la Academia se produjeron nuevas discusiones sobre los dos proyectos, interviniendo entonces las Comisiones de Policía Urbana, que en un escrito dirigido al Ayuntamiento el 11 de octubre de 1855, pedía que informase favorablemente el proyecto de Font al Gobierno, puesto que no podía retrasarse más la obra, y no se trataba ya de adoptar uno u otro proyecto, sino el que tuviera posibilidad de más rápida ejecución, Esta era la ventaja del proyecto de Fant, cuya planta de 7.203 metros cuadrados era semejante a la de Ramal y Manby. y que además prolongaba la reforma a las calles adyacentes hasta llegar a la plaza de la Cebada, llamada entonces de Riego, con lo que requería un número mayor de jornaleros, que aliviaría el paro de aquellos años. Font, que era contratista de empedrados de la Villa, consiguió ver el 11 de octubre aprobado su proyecto por la reina, de acuerdo con el favorable informe de las Comisiones. El Consejo de Ministros dio un plazo de seis días para presentar posibles modificaciones al proyecto de Font. Transcurrido el plazo, se sacaron a subasta las obras el 30 de octubre de 1855, mas ésta no pudo celebrarse por falta absoluta de licitadores» (36), por lo que no pasó de ahí el proyecto Font. Pasados tres meses, el 16 de enero de 1856, se formó una nueva Comisión en el ministerio de Gobierno, a la que fue remitida toda la documentación existente hasta la fecha sobre la reforma, donde además de los proyectos comentados, aparecen otros muchos de gran interés- no localizados todavía-según un inventario conservado en el Archivo de Villa (37). Dicha Comisión intentando hallar una solución definitiva elaboró un proyecto de plaza rectangular con una superficie de 6,030 metros cuadrados, que seguía resultando pequeña. Tres días más tarde una Real Orden encarga, sin concurso alguno, los planos definitivos para el ensanche y embellecimiento de la Puerta del Sol, al arquitecto y académico Juan Bautista Peyronnet. EllO de marzo de 1856 estaba preparado el proyecto. Para realizarlo era necesario expropiar un extensión edificada de 20.175 metros cuadrados, lo que supondría sólo en este concepto un valor aproximado de 47.576.467 reales. No obstante, se llevó adelante el proyecto, aceptándose el pliego de condiciones económicas y facultativas. De nuevo se sacaron a pública subasta las obras y a pesar de haberse realizado, no pasó tampoco de aquí el Proyecto Peyronnet, pues el contratista que se adjudicó la obra pretextó los acontecimientos políticos de julio de 1856, que pusieron fin al gobierno de Espartero y O'Donnell. De haber permanecido algún tiempo más los progresistas en el poder, este último proyecto se hubiera concluido, pues la parte más difícil que era el sistema de amortizar la obra, había quedado ultimada hasta los más pequeños detalles. De esta forma queda aclarado el error que se ha venido repitiendo hasta las más recientes publicaciones, sobre que el autor de la actual Puerta del Sol era Peyronnet (38).
LA PUERTA DEL SOL HASTA SU TERMRNACION EN 1862 DURANTE LA UNION LIBERAL
Hacía más de dos años que los solares de las casas derribadas por el ministerio Sartorius continuaban sin edificarse, y no por falta de proyectos, de los cuales conocemos más de una veintena, sino por el carácter intermitente de la política española y el embarazado sistema de la administración que neutralizó el empeño del Ayuntamiento, Cortes. Academia y hasta el de la propia Isabel n. Durante la etapa moderada del ministerio Narváez (12 de octubre de 1856 a 15 de octubre de 1857), la reforma encuentra por fin el cauce que hará posible su ejecución. La maniobra fue sencilla y consistió en considerarla como asunto competente a obras públicas, ya que el kilómetro cero se encontraba en la plaza, partiendo de ella las líneas de comunicación de primer orden. El expediente pasó entonces del Ministerio de Gobernación al de Fomento. Este encargó a los ingenieros Lucio del Valle, Rivera y Morer, que por entonces trabajaban en la construcción del Canal de Isabel n, la elaboración de un nuevo proyecto, que fue presentado inmediatamente. En el se deja a un lado el edificio de Correos, y con un criterio mucho más práctico lleva el centro de la plaza al punto en que se encuentran las líneas más densas de circulación. A su vez el arco formado por el lado norte distanciaba la desembocadura de las calles, además de haber suprimido la salida de Carmen. Si algún defecto tiene el proyecto de Lucio del Valle, es la escasa superficie dada a la nueva plaza. Aprobado el proyecto por la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos. lo rechazó el Consejo de Ministros, si bien después de algunas modificaciones-aumento de superficie y planta rectangular lo aceptó llevándolo a las Cortes para presentar un proyecto de ley, que se promulgó el 28 de junio de 1857 (39). En ella se establecía la forma de obtención de fondos, creándose un Consejo para la gestión económica de la empresa. Se nombraba director de las obras a Lucio del Valle, y como perito de las mismas a Antonio Ruiz de Salces, que también trabajaba en el Canal de Isabel II. Los nuevos derribos comenzaron en octubre de 1857, coincidiendo con la formación de la Unión Liberal, pero esta vez no hubo interrupción y las obras siguieron adelante. En diciembre ya estaban colocadas las aceras provisionales y los faroles. En agosto de 1858 los derribos habían concluido. No faltaron entre tantos proyectos que hicieran competencia al de 28 de junio de 1857, tales como el de Juan Reus, y el más interesante, pero irrealizable, de la desplazada Junta Consultiva de Policía Urbana, conocido como proyecto segundo para diferenciarlo del presentado el 19 de octubre de 1853. La plaza, de forma ultrasemicircular, presentaba una fachada única desde la Carrera de San Jerónimo hasta la calle del Arenal, llevando las entradas de las calles por medio de pórticos que sobre sí imaginaban la continuación de las fachadas. En el centro del arco y a eje con el de la Casa de Correos, se había pensado en una iglesia de monumental pórtico. Una extensa zona verde ocuparía el centro de la plaza. Sus defectos saltan a la vista: nueva y excesiva expropiación, incomodidad de los pórticos que estrangulan la circulación, y falta de higiene al ser una plaza prácticamente cerrada en una zona tan falta de ventilación. Martí (14) ve en ella además un punto fácilmente defendible por unos posibles insurrectos, opinión que está impregnada de los acontecimientos callejeros, barricadas y demás, que caracterizaron la lucha de estrategia urbana durante el siglo XIX.
Las dificultades para enajenar los solares a edificar retrasaron un tanto la consecución de la reforma. Pasó el asunto del Congreso al Senado, donde el Duque de Rivas censuró duramente el proyecto de Lucio del Valle haciendo intervenir a la Academia de San Fernando por segunda vez. Esta presentó un proyecto nada acertado, que venía a complicar aún más la ya difícil encrucijada, al abrir una nueva calle que venía a la Puerta del Sol desde la plaza de la Misericordia. Todo ello sin necesidad alguna, motivado nada más que por un deseo absurdo de simetría. El proyecto de la Academia de San Fernando pasó a ]a Dirección facultativa de las obras de la Puerta del Sol, la cual volvió a la solución de Lucio del Valle, con ligeras modificaciones, reconociendo en él el más acertado. Este, aprobado definitivamente por el Gobierno, es el que dio su fisonomía actual a la Puerta del Sol. Ganó la solución del frente norte en arco, y desaparecían para siempre la calle de la Duda, de la Zaraza y el callejón de Cofreros, nombres estos del Madrid galdosiano (40). En el Museo Municipal se pueden ver las últimas fotos, de 1857, de estos rincones (41). Corno las obras comprendían el ensanche y a la vez el embellecimiento de la plaza, una vez aprobada la forma en que se iba a efectuar aquél, se debió de abrir un nuevo concurso para su ornato. Entre los proyectos presentados a este efecto, merece la pena destacar uno por su interés, si bien no se llegó a realizar. Se trata del proyecto firmado por un tal «M. de M. y C.», con fecha de 4 de febrero de 1858 (42), en el que se presenta una galería corrida. sin solución de continuidad sobre aceras y calzadas de hierro y cristales, que se llamaría «del Príncipe de Asturias don Alfonso». La ventaja de la galería que está a tono con el «passage» comercial francés, puesto de moda en el Madrid isabelino (43) , según el autor del proyecto es que tanto en invierno corno en verano protege el rigor del clima al transeúnte que visita el comercio, con beneficio de ambos. Con la galería se pretende también dar uniformidad a la plaza en su planta baja; dedicada al comercio, para que sus toldos, mercancías, etcétera no destruyan la armonía de la nueva Puerta del Sol. Las columnas que soportarían la cubierta serían de hierro fundido, y el costo de la obra, con un total de 150 arcos, se calculaba en 221.161 reales. El único proyecto para embellecimiento de la Puerta del Sol que se ejecutó, fue el de instalación de una monumental fuente en el centro de la plaza, de muy sencilla traza, en la que se intentaba ante todo un alarde ingenieril. El surtidor central lanzaría el agua sobrante que entraba en Madrid, procedente del río Lozoya, a más de treinta metros de altura. La publicación del proyecto data de 1860 (44), y su ejecución fue rápida, si bien por su condición de «provisional» muy pronto se trasladó a Cuatro Caminos. Fue inaugurada el 24 de junio de 1860. Las obras de la nueva construcción se llevaron a cabo con bastante rapidez, y así, en noviembre de 1862 se deshacía el Consejo de las obras de la Puerta del Sol, una vez terminadas éstas. Dicho Consejo, creado en julio de 1857, trabajó con denuedo durante cinco años hasta ver rematadas las obras. En el plano de Madrid de Ibáñez Ibero, aparece ya la Puerta del Sol con su nueva planta (45). Los alzados actuales de las fachadas, cuyas casas costeó al parecer Manzanedo, no sé a quién pertenecen, si bien siguen muy de cerca a los que conserva el Museo Municipal (46). Constan de cinco plantas y un ático. Tiene especial interés la forma de organizar la planta baja y entresuelo, pensadas para albergar el comercio, abriéndose ambas en un zócalo de piedra. Los huecos del entresuelo llevan arcos rebajados, muy característicos de los años 1850-1860. Balcones corridos o independientes, ligeramente volados, protegen los pisos superiores. Sobre la cornisa una balaustrada, que pone digno remate a las fachadas, acuitando en parte el ático que queda retranqueado.
LAS OBRAS. PROBLEMAS POLÍTICOS y SOCIOECONÓMICOS
Las obras de la Puerta del Sol estuvieron sometidas fundamentalmente a tres factores distintos, político social y económico, que explican su lento proceso, y que no es sino un hecho aislado y significativo entre los muchos que se produjeron en la España próxima al 98 Como se habrá podido comprobar, la falta de continuidad política durante el reinado de Isabel n, hizo fracasar uno tras otro todos los proyectos presentados y a punto de ejecutarse. Ahora bien, los cambios ministeriales no afectaron tanto al proyecto mismo, acertándolo o rechazándolo, como a la paralización burocrática y administrativa, que impedía la continuidad de expedientes y presupuestos. Si además se tiene en cuenta que todo lo relacionado con la reforma era competencia del Ministerio de Gobernación, sometido como ningún otro a la arritmia política del país, se comprenderá mejor aún la dificultad de ejecutar las obras. La prueba más evidente es que en cuanto el expediente de reforma pasó de Gobernación al Ministerio de Fomento, todo quedó arreglado en pocos meses. Esta relación preliminar del Ministerio de Gobernación con las obras de la Puerta del Sol, no descarta tampoco la posibilidad de que aparte de las causas señaladas, sin duda las más perentorias, hubo otras menos claras, pero que estuvieron en la mente de todos en su momento. Sería algo semejante, aunque con las naturales diferencias, de lo que se perseguía en París con el plan Haussmann. El problema de las barricadas callejeras había llegado a ser grave en París, hasta que Luis Napoleón decidió terminar con él (47). Durante el siglo XIX la barricada callejera fue el apoyo más firme de todas las revueltas populares. En Madrid, este procedimiento de cortar las calles, levantando barricadas, encerrarse en la Plaza Mayor o el asalto del Ministerio de Gobernación para conseguir armas, fue normal desde el famoso 2 de mayo de 1808. Las irregulares calles que afluían a la Puerta del Sol, en las que no podía moverse el ejército preparado para luchar en campo abierto, sus célebres cafés de tertulia política, el vecindario allí afincado de humilde condición, etcétera, constituían un germen revolucionario que con la reforma se estirpó para siempre. Recuérdese que Martí, en un artículo contemporáneo a la reforma (14), descartaba el segundo proyecto de la Junta Consultiva de Policía Urbana, por lo que tenía de plaza cerrada, propicia a las insurrecciones populares. El factor social fue igualmente decisivo, pues la reforma se iba a efectuar sobre uno de los núcleos más humildes de la población. No hay que olvidar que la reforma de la Puerta del Sol, abarcaba también la de todas las calles inmediatas, por lo que la zona afecta da era de consideración. El problema gravísimo de la expropiación forzosa motivó infinidad de cartas y protestas. Esta expropiación afectaba a tres sectores: clero y aristocracia, comerciantes e industriales, y simples vecinos en su mayor parte trabajadores asalariados.
Efectivamente, el primer edificio en desaparecer fue la iglesia del Buen Suceso si bien lejos de perder, ganó al trasladarse a la Montaña del Príncipe Pío, donde sin duela se le darían grandes facilidades para construir el moderno hospital e iglesia bajo la misma advocación. No conozco ninguna carta reclamando o protestando por la reforma, por parte del clero del Buen Suceso. En cambio, la protesta de la aristocracia madrileña estuvo representada por el Marqués de Montealegre, Conde de Oñate; a quien perjudicaba la reforma por quitarle las luces de la fachada lateral de su espléndido palacio barroco de la calle Mayor (48). Pero las protestas más fuertes y expuestas en términos más realistas, surgieron del pueblo y de los comerciantes. Estos se unieron entre sí llegando a publicar algunos folletos (49), en los que exigían al Gobierno una indemnización por la expropiación, distinta y más elevada que al resto del vecindario, puesto que su traslado a los nuevos barrios requería un tiempo para hacerse con nueva clientela. Dentro del comercio establecido en la Puerta del Sol, había algunos franceses que temiendo quedar sin su correspondiente indemnización, escribieron presurosos al Embajador de Francia en España, para que intercediera en su favor, cosa que hizo ante el Ministerio de Gobernación (50). Finalmente, el vecindario todo de la Puerta del Sol e inmediaciones, suscribió gran número de escritos dirigidos al Ayuntamiento y Ministerio de Gobernación, enarbolando la ya citada Ley de 17 de julio de 1836 sobre expropiaciones, y negando la utilidad pública de la obra (51). En el aspecto social hay otro hecho interesante de recoger, y que se refiere al personal y mano de obra que requería la realización de las obras. El Gobierno pensó en una ocasión aprobar, si bien el cambio ministerial lo impidió, el proyecto Font porque incluía además de la Puerta del Sol las obras de la plaza de la Cebada, lo que en conjunto necesitaba de un número mayor de jornaleros. El propio Font escribió, en 4 de diciembre de 1855, una nota a los periódicos La Nación, El Clamor Público, Las Novedades, y lógicamente el factor económico gravitó también en esta lenta y esforzada empresa. Había que resolver el espinoso problema de la obtención de fondos para proceder a la reforma. Se pensó en un principio en b emisión de billetes de lotería para amortizar las obras (5'2). Más tarde la Ley de 28 de junio de 1857, modificada luego en parte por el Congreso, autorizaba «al Gobierno a emitir acciones especiales con interés del 8 por l00 al año, por valor de 60 millones, a cuyos intereses y amortización se destinaría anualmente la cantidad correspondiente en el presupuesto del Estado)} (14). Ya se ha dicho antes algo de los presupuestos que acompaí1aban a los proyectos, resta hablar ahora de lo que costó en realidad el proyecto definitivo, para lo cual se recogen aquí las cifras dadas por Osario y Bernard (53): Soberanía Nacional, que decía: «Habiendo llegado a mis oídos que podría hacerse desmayar a la clase jornalera que espera su subsistencia de las obras proyectadas en la reforma de la Puerta del Sol, haciéndoles entender que las demás proposiciones presentadas en competencia con las tan dignas de los señores Manhv y Hamal, serían solo tal vez para entorpecer la pronta ejecución de las citadas obras, debo manifestar que como autor de una de las proposiciones presentadas a el Excmo. Ayuntamiento. con sus planos correspondientes, que si mi proposición y planos tuvieren la honra de ser preferidos, estoy dispuesto a emprender el trabajo desde el día siguiente al que quede solemnizado el contrato, no sólo en la Puerta del Sol, sí que también en la Plazuela de la Cebada ...
LA PUERTA DEL SOL HASTA 1968
A finales de siglo la plaza cumplía perfectamente su papel en el corazón de Madrid, si bien no faltaron detractores que tacharon la nueva plaza de irregular y pequeña, de modo que 1889 adolecía de nuevo del mismo defecto que a principios del siglo XIX (54). Pudiera ser muy bien verdad esto, y máxime cuando la traída de aguas a Madrid y la construcción de los ferrocarriles, además de otras causas de carácter más general, coincidió con la explosión demográfica de Madrid, que pasó de los 281.000 habitantes que tenía en 1850, al iniciar los proyectos de reforma, a 540.000 habitantes en el año 1900. No obstante, hoy, cuando la población cuenta con más de tres millones de habitantes, la Puerta del Sol bien o mal sigue dando de si, lo cual es una garantía del proyecto aprobado hace más de un siglo. Ahora bien, llegará un momento en que la plaza no podrá dar entrada y salida al creciente e intensísimo tráfico a que se le somete, por lo que será necesaria una solución pronta. Solución que nunca podrá consistir en el derribo de las fincas como proponía un reciente proyecto del que se hizo eco la Academia de la Historia (55), sino en algo de lo que Madrid se dolía ya en el pasado siglo: evitar el centralismo. Si hoy tuviéramos que examinar de nuevo las causas por las que el centro de Madrid tiene problemas de circulación e higiene, veríamos que son muy semejantes a las señaladas hace más de un siglo: centralismo comercial e industrial, administrativo, de recreo, etc. Pero como el problema de la descentralización tiene gravísimos inconvenientes, sí se debería hacer todo lo posible por que al menos no se fuera agravando la situación, no permitiendo el derribo de edificios para construir nuevos centros comerciales o administrativos de mayor volumen, como hoy ocurre en la zona centro. Y, entre tanto, lo que deberíamos hacer en beneficio de este punto tan importante llamado Puerta del Sol, sería controlar, o mejor. hacer desaparecer la actual propaganda de fachadas y tejados que afean la plaza. Proceder al revoco de aquéllas y pintar sus hierros, si bien en el interior se pueden hacer cuantas reformas se crean necesarias para modernizar el edificio, siempre y cuando se conserven las fachadas (56). Igualmente debería despejarse la plaza, suprimiendo los aparcamientos centrales, que solamente resuelven el problema a un número reducido de usuarios. Estas pequeñas reformas no cabe duda que mejorarían mucho el actual aspecto de la Puerta del Sol, tópico y símbolo de la capital de España.”
NOTAS
(1) Existen varias obras cuyo título hace relación a la Puerta del Sol, si bien se refieren a todo Madrid o incluso a la península entera: BEAUVOIR, ROGER DE. La Porte du Soleil. 4 vals. París, 1844. MOTA, F. y FERNANDEZ-RÚA, J. L. Biografía de la Puerta del Sol. Madrid, 1951. Ruiz BAZAGA, ROSENDO. La Puerta del Sol. Lo que, fue, lo que es y lo que será. Madrid, 1950. Más concreto que los anteriores es: Blein Zaragoza, Gaspar. «La Puerta del Saz", en Revista Trenes, núm. 45-1950-51. (2) Libro de acuerdos del Concejo madrileño de 1464 a 1600. T. 1. Edición, prólogo y notas de A. Millares y J. Artiles. Madrid, 1931, página 32. (3) MESONERO ROMANOS, RAMÓN DE. Manual histórico-topográfica-administrativo y artístico de Madrid. Madrid, 1844; pág. 231. (4) OSSORIO y BERNARD, M. Viaje crítico alrededor de la Puerta del Sol. Madrid, 1874; pág. 7. (5) Ms. del Arch. Secr. Ayuntamiento, 1-203-10. (6) CONDE DE CASAL «La Puerta del Sol», en Exposición del AnligtlO Madrid. Catálogo General Ilustrado. Madrid, 1926; pág. 161. (7) CAPMANI y MONTPALAU, ANTONIO. Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid. Madrid, 1863; pág..d48. (8) TEIXEIRA. Plano de Madrid. 1656, hoja número 13. (9) NAVASCUÉS PALACIO, PEDRO. «Jaime Marquet y la antigua Casa de Correos de Madrid", en Villa de Madrid, año VI,. número 24. Madrid, 1968; pág. 67. (10) «Plano geométrico de Madrid dedicado y presentado al rey nuestro señor don Carlos III por mano del Excmo. señor Conde de Floridablanca..., su autor don Tomás López, geógrafo de S. M....» Madrid, 1785. (11) MOLINA CAMPUZANO, MIGUEL. Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII. Madrid, 1960; pág. 662, número 661. (12) En este sentido es importante la lectura de: MESONERO ROMANOS, RAMÓN DE. El Antiguo Madrid. T. II. Madrid, 1881; páginas 111-128.
PÉREZ GALDÓS, BENITO. Episodios Nacionales. Ed. Aguilar. Madrid, 1963 (7.' edición). GÓMEZ DE LA SERNA, RAMÓN. Toda la historia de la Puerta del Sol. Madrid, s. a. (13) CHUECA Goitia, FERNANDO. Arte de España. Madrid y Si:los Reales. Barcelona, 1958; pág. 63. (14) MARTÍ, V. «Reforma de la Puerta del Sol», en Revista de Obras Públicas. T. VII. Madrid, 1859. núms. 5, 7, 8, 11, 14, 16, 18, 20 (páginas 53, 77, 89, 125. 164, 185, 213, 237). (15) ROSÓN, EDUARDO. La Puerta del Sol. Madrid, s. a., págs. 53 y 54. (16) «El Clamor Público», periódico madrileño. Año 1846, números 722, 723, 727, 728. (17) ALBO, MARIANO DE. Observaciones sobre mejoras de Madrid y proyecto de ensanche de la Puerta del Sol. Madrid, 1857. (18) VlCENS VIVES, JAIME. Historia económica de Esparza. B::Ircelona, 1964 (3.a ed.); pág. 662. (19) MADOZ, PASCUAL. Diccionario geográfico-estadística-histórico de España. T. X. Madrid, 1847; págs. 688 y 693. (20) Museo Municipal, N." Invto 246'1. (21) Arch. Secr. Ayuntamiento, 10-204-11. (22) Museo Municipal, N.O Invto 2479. (23) Museo Municipal, N.O Invto 2471. (24) Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-1. (25) Gaceta de Madrid, núm. 414, sábado 18 de febrero de 1854. (26) Diario Oficial de Avisos de Madrid, núm. 124, sábado 4 de marzo de 1854. (27) FERNÁNDEZ DE LOS Ríos, A. Guía de Madrid. Madrid, 1876; página 160 y ss. (28) Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-30. (29) Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-3. (30) Museo Municipal, N.O Invto 2437. (31) TOMÉ, PEDRO. Obras de la Puerta del Sol. Madrid, 1855. (32) Gaceta de Madrid, núm. 942, miércoles 1 de agosto de 1855; y Diario Oficial de Avisos de Madrid, núm. 638, miércoles 1 de agosto de 1855.” (33) Gaceta de Madrid, núm. 968, lunes 27 de agosto de 1855 (se prorrogaba el plazo hasta el día 15 de septiembre del mismo). (3'1) Museo Municipal, número inventario 2.477. (35) «Exposición sobre el proyecto de reforma de la Puerta del Sol, que presenta el Excmo. Sr. Marqués de Assereto al Consejo municipal de la Villa de Madrid». Madrid, 10 de septiembre de 1855. Ms. del Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-3. (36) Arch. Seer. Ayuntamiento, 4-265-8. (37) «Inventario de diferentes papeles y documentos pertenecientes a las Obras dé la Puerta del Sol, que se remiten al Sr. Don José Antonio de Moratilla, Oficial del Ministerio de la Gobernación.» «Una cartera forrada en tafilete morado... que contiene di· diferentes planos referentes a la reforma de la Puerta del Sol, uno presentado por los SS. Hamal y Manby, firmado por don Pedro Tomé... Otro más pequeño, grabado, sobre dichas obras. Una relación de dieciocho planos firmados por el mismo arquitecto Tomé. Cinco planos con los números 3, 4, 5, 6 y 7, en que se determinan las plantas de un edificio de Bolsa y la fachada principal del mismo. Otro plano señalado con el número 8 manifiesta la fachada lateral. Otro, número 9, con tres fachadas: principal, lateral y posterior. Cinco planos referentes a un edificio de teatro, números 10, 11 y 12, demuestran las plantas de los pisos bajo, principal y segundo. El número 13, la fachada principal, y el número 14, el interior de dicho teatro. Otro plano, señalado con el número 15, demostrando las expropiaciones para llevar a efecto las obras. Otro ídem detalle de los solares que quedan después del ensanche de la plaza y calle. Otro, señalado con el número 18, firmado por don Aureliano Varona, proyecto de fachadas para la manzana número 207. Otro pequeño con.tintas de rosa y a la aguada, firmado por Armando de Morichon, de orden del señor marqués de Assereto, ~referente al proyecto de ensanche de la Puerta del Sol... Madrid, 18 de enero de 1856.» Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-8. (38) Así lo afirman, entre otros: Sainz de Robles (F. C.), Madrid, Madrid, 1962, pág. 360; Gaya NUÑO (J. A.), Arte del siglo XIX, Col. Ars Hispaniae, t. XIX, Madrid, 1966, pág. 159, y Cabezas (J. A.), Diccionario de Madrid, Madrid, 1968, pág. 391. (39)
En el Museo Municipal (número inventario 2.478) existe una modificación del proyecto de 28 de junio de 1857, que lleva el sello del Consejo de Administración de las Obras de la Puerta dd Sol. En esta variante se suprime la salida de la calle del Carmen a la plaza, quedándose como calle cortada muy cerca de la Puerta del Sol. (40) Pérez Galdós (Benito). Episodios Nacionales, Ed. Aguilar, tomo In. Madrid, 1965 (séptima ed.), pág. 86 y ss. (4]) Museo Municipal, números inventario 10.135, 10.136 y 10.137. (42) Arch. Secr. Ayuntamiento, 0'59-8-4. (Al proyecto acompaña una carta del autor.) (43) Bidagor (Pedro): «El siglo XIX», en Resumen Histórico del Urbanismo en España, por Garda y Bellido, Torres Balbás, Cervera, Chueca, Bidagor. Madrid, 1968 (segunda ed.), pág. 261. ('Í4) Revista de Obras Públicas, t. VIII, Madrid, ]860, páginas 144-145, lám. 29. (45) Plano de Madrid" por Ibáñez Ibero, 1874. (46) Museo Municipal, número inventario 2.476. (47) Benevolo (Leonardo): Historia de la arquitectura modema, Madrid, 1963, t. 1, pág. 113 y ss. (48) Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-3. (49) Martínez (Pablo): Memoria dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Gobernación, por representante de los comerciantes e industriales a quienes afecta la reforma de la Puerta del Sol. Madrid, 1856. (50) La primera carta data del 28 de julio de 1855 a la cual siguieron otras. Arch. Secr. Ayuntamiento 4'-265-3. (51) « ... No se comprende Excmo. Sr. que una reforma tal como la proyectada pueda considerarse de utilidad pública cuando sólo el ornato ha podido considerarse como su principal objeto y único fin... » De una carta dirigida al alcalde, el 30 de julio de 1855, por una serie de firmas. Arch. Secr. Ayuntamiento, 4-265-3. (52) Rute, Pellón y Rodríguez, Acebo y Pellicer: Plan de billetes de lotería para las obras de la Puerta del Sol. Madrid, 1856. (53) 0:;5 0rio y Bernard, ob. cit., pág. 22 y ss. (54) Peñasco (Hilario) y Cambronero (Carlos): Las calles de Madrid. Madrid, 1889, pág. 412. (55) Chueca Goitia (Fernando): Informe sobre el derribo v reforma de la finca número 11 de la Puerta del Sol de Madrid», en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CLX, cuaderno, abril-junio 1967, págs. 241-245. (56) De gran interés en este sentido de conservación de edificios y núcleos urbanos es El problema de las ciudades históricas, de F. Chueca Goitia (Granada, 1968), donde se brindan una serie de sugerencias a los alcaldes de España sobre materia tan delicada.