“Conozco en esta guerra un heroísmo ante el cual me hincaría de rodillas, y es el de unas damas que, sea cual fuere su alcurnia; una conciencia honrada como la mía no puede pasar en silencio”
(Indalecio Prieto, Congreso de Diputados, octubre 1921)
Hoy día el recuerdo de aquella ilustre dama es casi nulo. Casi nadie sabe de ella y de su heroísmo y entrega a los demás. En Madrid, en la Avenida de la Reina Victoria, muy cerca de la Glorieta de Cuatro Caminos, está el Hospital de la Cruz Roja, el más antiguo y trascedente de España. A él estuvo unido toda su vida aquella mujer madrileña, Carmen de Angoloti y Mesa, Duquesa de la Victoria. También su gran amiga la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. Ante la fachada, en la calle, se halla el espléndido y emotivo grupo escultórico de Julio González Vela, que tiene una réplica en Cádiz.
Carmen de Angoloti y Mesa, Duquesa de la Victoria, nació en Madrid en 1875 y falleció en 1959 también en Madrid. Su título le venía de su marido Pablo Montesino Fernández-Espartero. Fue una gran mujer admirada por todos, entregada en cuerpo y alma a ayudar a los más necesitados, en su tiempo, los soldados enviados irresponsablemente a la matanza general de Marruecos; al Desastre de Annual. En 1914 aportó su dinero para la conclusión de las obras del hospital de San José y Santa Adela, primer centro nacional de la Cruz Roja Española. Para llevar a buen fin su empeño contó con la ayuda de la reina Victoria Eugenia, que además fue una de sus mejores amigas.
Se hizo Dama Enfermera de la Cruz Roja en 1920, primera de su promoción. La institución en España se reorganizó en 1916. Al año, la reina creó un cuerpo de enfermeras, profesionales y voluntarias. Angoloti entró enseguida a trabajar en el Hospital de San José y Santa Adela.
La tragedia llegó a España en la campaña de Marruecos, que habría de pasar a la historia como el Desastre de Annual por la tremendas bajas militares y la enorme cantidad de heridos de toda índole, desamparados de todos. Doña Carmen no pudiendo aguantar más tiempo en Madrid, ante aquel cúmulo de calamidades que no cesaban de llegar, se puso en marcha hacia Melilla en agosto de 1921, acompañada de una expedición de enfermeras voluntarias. Allí permaneció hasta 1925.
Luego volvió a Madrid y permaneció en el hospital de San José y Santa Adela hasta 1931. Ante la horrenda situación que se encontró, logró reorganizarlo todo medianamente. Estableció normas sanitarias inéditas hasta entonces y trató a todos los enfermos por igual, sin distinción de rangos militares. Los casos se priorizaban según su gravedad. En octubre, el Congreso y el Senado se hicieron eco de la labor humanitaria de aquella mujer, que hasta poco antes de morir en 1959 continuaba regentando los 27 hospitales de la Cruz Roja.
Intervención en el Congreso en octubre de 1921 del diputado socialistaIndalecio Prieto: “Porque yo no voy a exaltar aquí heroísmos ni voy a delatar y a ahondar cobardías. Tengo acerca de eso ya un criterio finísimo, que me ha dado la vida, dura para mí, creo que ni el valor ni lacobardía deben servir para la exaltación o el motejo de las personas.Solo conozco una fórmula augusta del valor: la serenidad; lo demás eshisterismo, contagioso lo mismo en el valor que en la cobardía. Para mí nohay valientes ni cobardes, y por lo tanto, no he de motejar a los unos ni hede exaltar a los otros.
Sin embargo, conozco en esta guerra un heroísmo ante el cual me hincaría de rodillas, y es el de unas damas que, sea cual fuere su alcurnia; una conciencia honrada como la mía no puede pasar en silencio. Me refiero a ese grupo pequeño, diminuto, ínfimo, capitaneado por esa heroínaque se llama duquesa de la Victoria. Es el único heroísmo españoldel cual he sido testigo, el único que me siento con valor para exaltar aquí;pero con la exaltación tiene que ir la honda lamentación, entre lágrimas, deque sea un puñado tan escaso, cinco, seis u ocho mujeres, las que andanatendiendo a los heridos, clavando los féretros, amortajando los cadáveres”.