“El baloncesto no es fundamental en mi vida.
Lo único esencial en mi vida es sentirme un poco necesario y un poco querido”
(Fernando Martín Espina 1962-1989)
Fernando Martín el 10 descansa en una sobria sepultura familiar del Cementerio de la Almudena desde hace 25 años, que se cumplen este 3 de diciembre del 2014. Hoy tendría 52 años. Falleció con 27 en 1989. Su desaparición fue lo más duro, triste y trágico que pudo haberle pasado al equipo de baloncesto del Real Madrid en toda su historia. Desde entonces, el recuerdo de Martín no ha cesado de estar presente a lo largo de todos estos años. Se le echa de menos, se le sigue admirando, y en círculos deportivos, cuando sale su nombre a relucir, no deja un instante de general emoción, nostalgia y tristeza. No es para menos en una persona excepcional en lo humano y en lo deportivo. Lo que sigue es mi modesto homenaje recopilatorio, que traerá recuerdos a algunos.
Un domingo 3 de diciembre de 1989, cuando eran las tres y cuarto de la tarde, Fernando Martín, de 27 años, se estrelló con su coche, un Lancia Thema, a la salida de la curva 4A que enlaza la A2 con la M30 de Madrid. Cruzó diagonalmente cuatro carriles, saltó la mediana, invadió la dirección contraria y volcó, momento en que fue embestido violentamente por la puerta delantera derecha por otro vehículo, cuyo conductor sufrió heridas muy graves. La curva es muy cerrada y aunque relativamente ancha no está hecha para tomarla sin alto riesgo a más de 80 por hora, su límite legal establecido. Riesgo casi seguro de salida de la calzada y vuelco consiguiente. La velocidad en la curva a la que circulaba Martín se supuso entonces que era muy superior, pero de haber sido así habría perdido el control del coche antes de entrar en la M30. Además era una curva que muchas veces tuvo que tomar, puesto que vivía en una zona cercana. Nunca se sabrá qué pasó, aunque es probable que Martín, por causas desconocidas, acelerase tremendamente unos metros antes de incorporarse a la M30.
Pero al cabo de 25 años de aquello, ya no importa. Pasó como pasó. Lo que importa en esta fecha es recordar a Fernando Martín a través de quienes lo conocieron y trataron, porque cómo dudarlo, la figura de aquel hombre fue especial por su cualidad de liderazgo absoluto en el deporte español, pero al margen de las impresiones a cerca de cómo era como deportista, se desvela claramente que en lo personal era una persona excepcional que atraía y convencía. Un líder nato. Sin embargo, con esa capacidad para mostrarse sin quererlo por encima de los demás, Martín encerraba el halo de la tristeza. Lo observó inteligentemente quien fue su entrenador durante años, Lolo Sáinz: "Le faltaba siempre un punto de felicidad para ser feliz. La vida parecía perseguirle". Pero la profunda observación no pasó de ahí, y nadie supo realmente descifrar lo que el propio Martín dijo una vez: “Lo único esencial en mi vida es sentirme un poco necesario y un poco querido.”
Fernando Romay: “Fernando Martín, cuando estábamos hundidos, se ponía el equipo a la espalda".
Pau Gasol:“Era un gran jugador y una persona increíble. Todo el mundo lo recuerda y aprecia su legado. Está en nuestras manos que las nuevas generaciones lo conozcan. Fue, y siempre lo será, un icono del baloncesto español.”
Juanma Iturriaga: “Pasan los años y la figura de Fernando, lo que fue y significó, sigue intacta en la memoria de muchos. No me extraña, por lo particular del personaje, su impacto deportivo y social, sus logros e indudable carisma. Me sigo preguntando de vez en cuando qué hubiese sido de él si aquel desgraciado accidente no hubiese tenido lugar. ¿Cómo habría terminado su carrera? ¿A qué se habría dedicado? ¿Seguiríamos viéndonos? Fue grande y lo sigue siendo.”
Iñigo Muñoyerro: “Volvió cambiado (de Estados Unidos). Le costó reactivarse en una liga menor. Había arriesgado y había perdido. Además los dolores de espalda comenzaban a ser un calvario.”
Pepu Hernández.-“Fue admiradísimo, pero hubo un punto de inflexión, la NBA. Fue maltratado por querer irse. Se le trató injustamente. Si fue un competidor en juveniles, si lo fue en senior... Un competidor compite y Fernando se fue a la NBA para competir consigo mismo.”
Joaquín Yebra: “Fernando no parecía ser un jugador que pudiera ser un Pívot puro, o al menos serlo determinante, sobre todo por la altura, ya que medía 2,05 metros (y siendo generosos), pero su gran fortaleza física, una incansable capacidad de lucha y sacrificio por el bien del equipo, una tremenda agresividad y también astucia, técnica y talento, le hicieron no desentonar en absoluto en la lucha en las zonas, sino más bien imponerse a jugadores más grandes. Sin duda, uno de sus movimientos preferidos era el semi gancho, un recurso que fue perfeccionando hasta tal extremo que se convirtió en un jugador prácticamente indefendible, ya que era tremendamente efectivo.”
Mensajes y comentarios anónimos en las redes sociales
“El tipo que más ha llenado una cancha de baloncesto. Parecía invencible. Un líder, un carisma inigualable, un tipo duro. Fortísimo. Era tremendo lo que imponía. Cuando se fue, todos nos dimos cuenta del vacío tan grande que dejó.”
“Era un líder dentro del campo, muy serio fuera, quizás demasiado. Sus duelos con Audie Norris, inolvidables. Ha sido uno de los más grandes del baloncesto y eso teniendo en cuenta su muerte tan prematura.”
“Su familia y sus amigos pueden estar muy orgullosos de que un hombre como él haya dejado semejante legado a la juventud. A la gente como Fernando hay que recordarla y honrarla siempre.”
“Jugar al límite, el esfuerzo máximo, la intensidad, luchar ante la adversidad física, eran algunas de sus marcas de identidad. Fernando todavía sigue con nosotros porque no lo hemos olvidado y no lo vamos a olvidar.”
“A nadie se le escapa que era un espíritu libre, de los que ya no quedan.”
“Inconformista por naturaleza. Permanecerá siempre en el recuerdo. Fue un pionero que demostró al mundo que los sueños, a veces, se hacen realidad.”
“Murió un icono del deporte, uno de los jugadores más carismáticos en la historia del baloncesto español.”
“Fernando Martín era una de esas promesas salidas de la cantera del Estudiantes, que se llevó el Real Madrid.
“Era una estrella. Martín era indestructible, una fuerza de la naturaleza, un talento descomunal y el mejor pívot de Europa.”
“Tenía el carácter fuerte de los que se auto exigen y luego exigen a los demás. Peleaba siempre. No diferenciaba entre un entrenamiento y un partido oficial. Era un tío sólido, fiable, para el que cada rebote y cada balón eran siempre el último.”
“Empezó a jugar muy tarde por lo que técnicamente era muy flojo aunque físicamente era descomunal.”
“Podíamos estar horas y horas glosando la figura de Fernando Martín. Un ejemplo para la mayoría. Un pionero, un incomprendido, un arrogante, un privilegiado. Todo vale para definirlo. Que su carácter dejaba mucho que desear. Que no era un buen relaciones públicas de sí mismo.”
“Fernando era de esos tipos ganadores que hubieran triunfado en cualquier ámbito de la vida, y de una personalidad abrumadora.”
“El jugador madrileño era un gran deportista. Sus padres le trasmitieron el amor por el deporte. Fue cinco veces campeón de natación, y tuvo un buen nivel en judo, tenis de mesa y balonmano.”
“Un jugador de raza y carácter que ayudó a encumbrar el baloncesto en España.”
“Se inició en el baloncesto a eso de los 15 años, un deporte donde encajó muy bien gracias a su altura y su esplendoroso físico, digno de un culturista.”
“No diferenciaba entre un entrenamiento y un partido oficial. Era un tío sólido, fiable, para el que cada rebote y cada balón eran siempre el último.”
“Fernando Martín apenas jugó once años al baloncesto, suficientes para llegar a lo más alto a lo que podía llegar un jugador español entonces.”
“Fue todo un personaje, rebelde, donjuán, estirado y reñido con la prensa. Tenía el carácter fuerte de los que se autoexigen y luego exigen a los demás. Peleaba siempre. No diferenciaba entre un entrenamiento y un partido oficial. Era un tío sólido, fiable, para el que cada rebote y cada balón eran siempre el último.”
“Era un tipo duro, atlético, tímido de carácter, agresivo en la cancha, que muchos admirábamos.
”Estamos ante uno de los mas grandes jugadores de baloncesto españoles de todos los tiempos, e indudablemente ante el pionero que consiguió que el baloncesto diese el salto de calidad que necesitaba para que generaciones posteriores cogieran su testigo y nos llevaran al nivel que disfrutamos actualmente.”
Los que mejor lo conocieron
Lo más profundo y revelador que se escribió de Fernando Martín Espina corresponde a Juan Antonio Corbalán, su compañero en el Real Madrid, en un artículo en Marca que tituló Fernando, sencillez sublime.
«Él asumió desde muy pronto que la vida no era estabilidad. Era un hombre lleno de pasión y un profesional, más humano que profesional, con una frialdad y madurez impropias de su edad, que eran su equipaje cuando yo le conocí, allá por el verano de 1981. Desde entonces supe que no era un jugador normal y que teníamos en el equipo a un jugador superior y una persona de calado, de las que no pasan desapercibidas.
Una mente joven y madura en un cuerpo grande lleno de fuerza, con la que podía suplir cualquier carencia. El equipo se transformó sin que apenas notáramos el proceso. Era como si hubiera estado siempre allí, a nuestro lado. Como si nuestras almas hubieran estado siempre en conexión. Sin embargo, el equipo se había colocado en otra órbita. De repente, era como si tuviéramos todo por ganar, a pesar de haberlo ganado todo. Era Fernando. Él necesitaba triunfar y, con él, todos sentimos un instinto ganador recuperado. Detrás de aquel ganador había un hombre tranquilo que no renunciaba a sus sueños. Era su forma de ser feliz. Pegado a las cosas y a las gentes normales. Era un nostálgico que estaba ahorrando capital para añorar.
Lejos de su gente, su vida no debió ser fácil. Necesitaba querer y ser querido. Querido y reconocido. Creo que no tuvo ninguna de las dos cosas y probó el sabor del desencanto. Desengaño, más el emocional que deportivo, origen de su vuelta. Fue la vuelta de un explorador no de un conquistador, y no volvió el mismo que se fue. Ilusiones convertidas en rutinas. Su papel había cambiado, el líder guerrero, convertido en líder maestro. Volvió y jugó, pero no como había jugado. Amó como él añoraba, con pasión, y mientras colocaba nuevamente su vida, ésta le abandonó en una tarde de invierno. Todos perdimos con su marcha para siempre. La muerte, fría, se aprovechó de esa pasión. De su último calor.»
FERNANDO MARTIN por Ramón Trecet: “Un portento de la naturaleza. Técnicamente no he visto a nadie como él, transformarse partido a partido en un huracán que saltaba todas las barreras. La mirada directa y concentrada. Emanaba un carisma excepcional. Guapo, fuerte, seguro, entregado hasta la extenuación, líder absoluto del equipo desde el minuto 1 de la temporada... En el Madrid tardó veinte segundos en meterse en el bolsillo a los Iturriaga y compañía y convertirse en el dueño de sus almas. Había un fuego interior allí dentro al que nadie podía acceder; un inconformismo. Ganar era lo más normal y por lo tanto lo recibía con tranquilidad y frialdad casi.
Uno miraba los números, el peso, la estatura, la estampa de aquel Apolo llamado Audie Norris y luego los de aquel Aquiles llamado Fernando Martín y parecía que no había nada que hacer. Norris era demasiado potente. Lo que pasa es que el enfrentamiento no se planteó en esos términos nunca. Norris creyó que era deportivo y contra un jugador de baloncesto y se equivocó. El enfrentamiento era por la supervivencia física y Fernando estaba dispuesto a morir. Así, sencillamente. A dejarse la piel en el intento. Así, por primera vez tuvimos la oportunidad de entrever ese lado oscuro de Fernando, sus demonios interiores, su nula capacidad para admitir derrota como opción. Creo firmemente que sólo una persona entendió la muy compleja vida interior de Fernando Martín y esa persona fue su madre, Carmela. Sin Fernando Martín, Norris no sería la leyenda que es en el baloncesto español y sin Norris, Fernando no habría crecido tanto como para plantearse ir a la NBA.
El siguiente momento de contacto intenso que tengo con Fernando transcurre en el tiempo de su vuelta y reincorporación al Real Madrid. Son larguísimas conversaciones telefónicas con él y con su hermano Antonio, a la sazón en la Universidad de Pepperdine. Fernando quiere hablar con alguien que conozca cómo funciona aquello. Veréis, Fernando está en una situación terrible. Ha vuelto cambiado, muy cambiado. Desprecia lo que han hecho con él en la NBA, pero al mismo tiempo ha visto como funcionan algunas cosas y de vuelta a Madrid se da cuenta de que aquí todo está muy atrasado. Está en mitad de un puente entre lo que puede ser y lo que no ha sido. Su inquietud interna es grande, muy grande. Creo que incluso podemos hablar de dolor, más que de inquietud. Hay una parte de él que no está aquí. Como si una parte de su cabeza no hubiese vuelto a Madrid. Por un lado, es como uno de esos prisioneros de guerra que después de años vuelven a casa y sus familiares más cercanos no les reconocen, al tiempo que constatan lo poco que el de ahora tiene que ver con el que se fue.”
Antonio Martín, su hermano:“¡20 años ya del accidente de coche! ¡Qué barbaridad! Fernando había traspasado la barrera de ser jugador de baloncesto. Mucha gente me ha contado dónde estaba cuando se supo. Era tan antinatural, además, Fernando había usurpado zonas que no pertenecen al deportista, sino al personaje, y eso acentuó el impacto social. Por su condición innata rebelde y las circunstancias vitales, se convirtió en un deportista que marcó una época por su forma de competir. La competición le arrebató desde su tardío inicio, con 15 años. Tenía ese carácter fuerte de quienes se autoexigen y exigen a los demás. Mezclaba el zarpazo de un oso y la caricia de un peluche. Llevaba dentro competir. Fernando quería ganar al pingpong, nadando.... Con 15 años estaba puro en 'basket' pero desarrollado en deporte.”
¡Feliz acampada, Fernando! por Martín Tello en AS, diciembre de 1989.
“Un día en el cielo me narraste tu vida. Fue un largo viaje en avión en el que hubo tiempo para todo: lo deportivo y lo humano! Yo te creía como un niño rico orgulloso, pero me quedé boquiabierto pensando,cuando me descubriste al auténtico Fernando, con tu enorme y arrolladora personalidad. -¿Lo qué más me gusta de la vida?- Muy fácil,perderme en la montaña,en la naturaleza. Acampar bajo las estrellas,con la única compañía de algunos íntimos.Conversar, meditar, relajarme…Luego, con el paso del tiempo,pude constatar que no eras simplemente un NÚMERO UNO en el deporte, si no en la vida real. Arisco, incluso receloso,pero tremendamente sincero y auténtico. La popularidad te desagradaba y protegías ferozmente tu intimidad. Jamás te prestaste al juego de meterte en el escaparate de vender tu vida privada. Te ofrecieron ofertas millonarias para fotografiarte junto a tu compañera, tu hijo, tu familia… Las despreciaste todas!-¡Pedidme lo que queráis sobre temas deportivos. Para lo demás, no contéis conmigo!- Lo tenías todo: salud,dinero y amor. Tenías además, una familia a la que puede aplicarse el lema de los tres mosqueteros: TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS! Tu madre, Carmela, es el eje y tú eras la gema, el brillante más valioso, el ejemplo de tenacidad, el líder para los hermanos… Tu futuro era diáfano. Estaba asegurado en lo material y también en lo sentimental. Jamás te faltaría un duro ni el cariño de tu familia. Ni la compañía de una dulce compañera
Podrías colgar las botas y vivir de rentas en plena juventud. El destino a querido que,a partir de hoy,acampes en solitario por las montañas del cielo.Tu futuro ha llegado demasiado pronto y, será muy distinto del que todos imaginábamos. Quizás seas tú el único que, allá arriba, conserve esa calma. Con esa entereza que te caracterizaba,te habrás adueñado de la trágica situación,incluso controlarla. Tenderás una mano hacía tu madre,la más necesitada de consuelo y,tratarás de animarla: -Tranquila gitanilla,no pasa nada!- Pero nosotros no somos tan fuertes como tú, FERNANDO. Tardaremos en asumir tu pérdida. Mientras cicatriza la herida, asumimos lo increíble… Te deseo feliz acampada, Fernando!… Ahora entendemos de verdad, lo valioso que eras!”
El último viaje estudiantil de Fernando Martín por Gonzalo A. Gómez Valcárcel, diciembre 2012
“Esta semana, me ha “marcado”. Esta semana, comenzó con el vigésimo tercer aniversario de la muerte de un hombre de, tan sólo, veintisiete años de edad (3 de diciembre, lunes). Cuando lleguemos a veintisiete, seguiremos acordándonos de él. Yo lo recordaré siempre. No puedo olvidar su etapa en Estudiantes. Su último viaje con el club; su último campeonato de España en su club de origen y lo que sucedió para que se marchara “al eterno rival”. El bueno de don Antonio Díaz-Miguel le había convocado, por primera vez, como seleccionado, de cara al Eurobasket de 1981, en Checoslovaquia. Fernando había sido, nada menos, subcampeón de liga con Estudiantes Mudespa. El jugador, comenzó la concentración y el gran Antonio les dio unos días clave de descanso, después de entrenar un tiempo. El club Estudiantes aprovechó la coyuntura para conseguir que su jugador, todavía de 19 años de edad, acudiera al campeonato de España de clubes, que se iba a disputar en Valladolid.
Fue una gran gestión, pues el jugador pudo acudir con su generación, la del 62, al citado campeonato. Fernando tenía un gran aprecio por el equipo de su edad y le encantaba jugar con ellos. Jamás decía que no, y tampoco su entrenador, Chus Codina (d.e.p.), ponía ningún problema, a pesar de que ya era del “cinco titular” de Estudiantes e imprescindible para haber conseguido el citado subcampeonato. Al Estudiantes, le pusieron varias condiciones; la más agobiante era que no debía volver con el equipo, una vez acabado el campeonato, pues Díaz-Miguel se enfadaría. Y, don Antonio, tenía mucho carácter y mucha capacidad de mando. Estudiantes entró en semifinales y le tocó jugar con el “coco” del Cotonificio catalán de Andrés Jiménez. El entrenador de Estudiantes, Gómez Carra, sabía que era mejor evitarlo, quedando segundo de grupo, para jugar contra el Madrid, pero, antes, en baloncesto, no se les pasaba por la cabeza eso de “quedar segundos” de nada. Cotonificio-Estudiantes y Real Madrid-Barcelona fueron los partidos de semifinales. El Madrid ganó al Barcelona y el “Coto” al Estudiantes. Andrés Jiménez hizo un partidazo y, lo que no sabe casi nadie, es que Fernando Martín acudía a Valladolid tras una lesión de tobillo, muy bien curada por el “fisio” de la selección, al que apodaban “El brujo”. Fernando, NO lo dio todo, porque era la primera ocasión en que le llamaban para la “absoluta” y fue comprensible que no estuviera con la cabeza “puesta” en Valladolid. El cuarto puesto conseguido por el Estu, partido perdido ante el Barcelona (31 puntos de Fernando), es, históricamente, el último partido de Fernando Martín con la camiseta del club de la calle de Serrano. Jamás volvería a jugar con Estudiantes.
Una vez acabado el campeonato de España, en Valladolid, había que llevar a Fernando, rápidamente, a Madrid. El entrenador, junto con su mujer y sus dos hijos mayores, de 12 y 11 años de edad, respectivamente, salió hacia la capital. En el coche del entrenador, que era un Renault 12 familiar de color beige, viajaron desde bastantes horas antes de que partiera el autocar del equipo. Fernando viajaba en la parte de atrás del automóvil. El hijo mayor (José Antonio) ocupaba la plaza más cercana a la ventana izquierda y el más pequeño de todos (Guillermo) iba al lado de la estrella del club. “Ni una palabra”, eso me contaban mis hermanos sobre la experiencia. Decían que el entrenador y su mujer eran los que le “sacaban” las palabras, “con sacacorchos”, a Fernando. Hicieron una parada, solamente, en Ávila y le aconsejaron, a Fernando, que llevara unas yemas de Ávila a sus padres. Fernando accedió y las compró. La introversión del jugador, durante el viaje, no se les olvidará, a mis hermanos, jamás. Dos chavales adolescentes esperaban un ser más simpático y abierto. Al fin y al cabo, se le estaba haciendo un favor, para que acudiera con la selección lo antes posible. La llegada tuvo lugar en el parque del Conde de Orgaz de Madrid. Allí, vivía Fernando, muy cerca de su colegio, el San José del Parque. Nadie, ni el propio Fernando, sabía que ya no tendría que ir, jamás, a entrenarse al Ramiro. Esa misma noche, se incorporó al hotel de la selección (espero que se acordara de darle las yemas a sus padres) y Fernando viajó a Checoslovaquia, fichó por el Real Madrid después y Estudiantes se quedó sin él para siempre, un verano de 1981.
Sólo jugaría, por desgracia, algo más de ocho años… Los demás, entre ellos las personas que le entrenaron y le enseñaron BALONCESTO en el club, a base de fundamentos (ese gancho dominador, ese tiro en suspensión, ese bloqueo de rebote…), fueron Pablo Casado, Mariano Parra, Chus Codina y Gómez Carra; le querrán mucho para siempre. Fernando se hacía querer y su muerte fue una puñalada en el ánimo del basket español. Se fue, simplemente, el ¡¡¡MEJOR!!! Eso sí: que nadie olvide que fue el pionero, de la formación de la cantera del Estu, para el provecho, tantas veces ejecutado y a veces de manera ilegal, del “imperio” llamado Real Madrid. Hoy, en el partido Estudiantes-Real Madrid, me he acordado mucho de él y, por ello, escribo estas anécdotas, contadas por su último entrenador de Estudiantes… Para siempre, Fernando Martín Espina.”
Fernando Martín: 20 años no son nada por José Antonio Jiménez
“Es ya toda una tradición recordar cada tres de diciembre la desaparición del más grande jugador que ha dado nuestro baloncesto, alguien que se fue para siempre un domingo tan frío como desgraciado, que no habría dejado de ser eso, un domingo más si un terrible accidente de tráfico no se hubiera cruzado en el camino de Fernando Martín Espina. No quiero que mis palabras sirvan para glosar la corta pero intensa carrera deportiva de un inconformista, que prefirió calentar el banquillo de los Portland Trail Blazers durante nueve meses antes que ganar todo el dinero del mundo en el baloncesto europeo. Pero siempre es oportuno y necesario repasar alguno de los capítulos de la trayectoria profesional de un hombre que dejó huella en mi generación, un grupo de chavales que comenzamos a amar el deporte de la canasta por su culpa.
A nadie se le escapa que Fernando era un espíritu libre, de los que ya no quedan. Ahora es muy fácil echarle flores a Pau Gasol, convertido por obra y gracia de la mediocridad que recorre las canchas de la NBA en el mejor jugador de su equipo, superando a los Duncan, Odom, Garnett o Wallace de turno (que nadie malinterprete lo que digo sobre uno de los principales culpables del oro logrado por España en tierras asiáticas). A finales de la lejana década de los 80 había que tenerlos muy bien puestos para estar en el 'roster' de uno de los mejores equipos del mundo. Y Martín bien que los tenía. Recuerdo su debut ante los Sonics como si se hubiera producido anteayer, cuando tan cerca están de cumplirse dos décadas de lo ocurrido en el estado de Oregón. Cómo pasa el tiempo, dirán algunos. No porque tuviera la oportunidad de verlo en directo. Desgraciadamente, por aquel entonces no existían ni las plataformas digitales, ni las televisiones privadas habían hecho acto de presencia. Si no por despertarme a las tantas de la madrugada y escuchar por la radio que Mike Schuler apenas le había dado unos míseros segundos (122 para ser exactos) cuando el partido estaba sentenciado, ese espacio de tiempo que tan bien manejan determinados jugadores para maquillar sus estadísticas. Fueran muchos o pocos, uno de los nuestros ya estaba entre los más grandes. Con el valor que eso tenía a finales de la ya algo lejana década de los 80 del siglo pasado.
La de su debut, fue la tónica de toda la temporada. Muchos minutos para los veteranos y migajas para los más jóvenes. Walter Berry, compañero suyo aquel año, no se lo pensó dos veces y se marchó antes de ser presa de un técnico conservador, que no engañaba a nadie con sus planteamientos tan rácanos como respetables. El capitalino lo sabía, pero nunca arrojó la toalla. Pensaba que tenía condiciones suficientes para triunfar, te tarde o temprano le llegaría la oportunidad, por mucho que su rol fuera el de animar a los suyos desde el banquillo. Como la paciencia de un ganador también tiene un límite, regresó a casa días después de que Houston eliminase en primera ronda a su equipo. Fue el punto final a su estancia en Estados Unidos.
Si discreta fue su aventura americana, exitosa se debe calificar su carrera en la selección española, a la que llevó a lo más alto en 1984. Y eso que no pudo jugar al cien por cien el torneo olímpico celebrado en latitudes californianas. Daba igual, pues suplía con garra todo lo que su maltrecha espalda le impedía rendir sobre el parket del desaparecido Forum de Ingelwood. La plata de Los Ángeles, en gran medida, se la debemos a un jugador que también tuvo mucho que ver en la presea conseguida en el europeo de Nantes. Sus ganchos, rebotes, tapones y bloqueos sirvieron para que España se convirtiera en una potencia tras años de dura travesía por el desierto de la mediocridad.
Éxitos con España y triunfos con el Madrid, equipo que pagó 6.000 euros en los albores de los 80 para fichar a un 2.05 por el que se desvivía el Joventut y el Barcelona. Como merengue lo ganó todo. Ligas, Copas, Recopas... Un currículum brillante, cargado de logros y alegrías. También de fracasos, como cuando la Cibona de Zagreb impidió que las vitrinas de la calle Concha Espina guardasen una nueva Copa de Europa. Un tal Drazen Petrovic lo impidió. O aquella Copa del Rey perdida sobre la bocina tras un triple imposible de Nacho Solozábal. Por cierto, merece la pena recordar el día que anotó 50 puntos con el Madrid, cuando apenas llevaba unas semanas a las órdenes de Lolo Sainz. Fue en nuestras antípodas, pero los ecos de aquel hito no tardaron en recorrer nuestra piel de toro.
Galardones y relaciones de amor-odio con sus entrenadores, compañeros o rivales. No entendía al desaparecido Antonio Díaz-Miguel, pero respetaba sus planteamientos. Con Norris se las tuvo en un sinfín de ocasiones, aunque siempre que se le preguntaba por el ‘center" blaugrana comentaba que ‘pegarse’ con un ganador era un verdadero privilegio. O qué decir de su amistad con Drazen Petrovic, que primero fue enemigo, para ser años más tarde compañero de fatigas. Martín lo ‘tragaba’, pero nunca le perdonó que anotara 63 puntos en la Final de la Recopa del 89, en una actuación tan destacada como individualista. Esa sobredosis de egoísmo le sentó tan mal como si el Snaidero Caserta hubiera superado a su equipo en tierras atenienses.
Tan vivo tengo en la memoria sus numerosas exhibiciones, como la única vez que tuve la oportunidad de verlo en directo. Por mucho que fuera un vulgar bolo estival, mis retinas siempre guardarán sus poco más de una decena de puntos y sus escasos cinco rebotes sobre el humedecido por las altas temperaturas de la capital hispalense parket del vetusto pabellón de San Pablo. Aquello poco o nada tuvo que ver en el triunfo del Madrid sobre el Caja San Fernando, equipo ACB de nuevo cuño en 1989.
Eso sucedió tres meses antes de su inesperada muerte cuando iba camino de la calle Goya para poner su granito de arena, estaba lesionado, desde el banco en el complicado compromiso de sus compañeros ante un CAI que vivía días de vinos y rosas. Su Lancia no le permitió llegar al destino deseado, ni tampoco volver a jugar al baloncesto. Su adiós propició el principio del fin de una sección que sueña con ver la luz tras numerosas años de fracasos continuados. Seguro que desde el cielo intentará que las huestes de Joan Plaza vuelvan a ser las que fueron no hace demasiado tiempo. Y que su hijo, Jan Martín, pueda ganarse un puesto en la primera plantilla merengue (complicado, para que nos vamos a engañar). De conseguirlo, sería su enésima victoria. Ésta desde un lugar en el que sólo tienen cabida los mejores, los más grandes. Y el ‘10’ por antonomasia de nuestro deporte lo era.”
Juan Antonio Casanova, La Vanguardia del 4 de diciembre de 1989. “El rasgo que más me había impresionado siempre de Fernando Martín era que, siendo como era un gran jugador, aparentemente no se divertía jugando. Se le veía en tensión continua, reclamando un pase, exigiendo una falta del rival o protestando por una que le hubieran señalado a él. Esa era la imagen que daba reiteradamente en la cancha, de puertas afuera. Pero sería injusto quedarnos sólo con eso. Fernando Martín era, por encima de los rasgos más controvertidos de su fuerte carácter, un grandísimo jugador de baloncesto. Un líder, un campeón al que casi todos sus rivales respetaban y admiraban. Audie Norris, cuyos duelos con el pivot madridista han jalonado los partidos más importantes de las últimas ediciones de la Liga ACB, le definía ayer como un caballero y calificaba su muerte de un desastre.”
A los 20 años de la muerte de Fernando Martín. Pepu Hernández y Antonio Martín Espina recuerdan al jugador. Diciembre 2009
Antonio Martín.-¡20 años ya del accidente de coche! ¡Qué barbaridad! Mucha gente me ha contado dónde estaba cuando se supo. Era tan antinatural, además, Fernando había usurpado zonas que no pertenecen al deportista, sino al personaje, y eso acentuó el impacto social.
Pepu Hernández.- Me acuerdo de la última vez que lo vi. Fui con Belén [su mujer, entonces novia] al Café Belén, y allí estaba... ¿Quién iba a pensarlo? Y no le hemos olvidado.
A. M.- Por su condición innata rebelde y las circunstancias vitales, se convirtió en un deportista que marcó una época por su forma de competir. La competición le arrebató desde su tardío inicio, con 15 años.
P. H.- Recuerdo su llegada al Ramiro. Pensé: "¡Qué pájaro, qué tío, cómo progresa!". Un día, el 'Estu' jugaba entre semana con un equipo de segunda. Vicente Gil y los demás pensaban que era perder el tiempo, Fernando quería superarse... Había dos equipos: Fernando y el resto.
A. M.- Le recuerdo así desde niño. No te dejaba relajarte ni harto de vino. Tenía ese carácter fuerte de quienes se autoexigen y exigen a los demás. Mezclaba el zarpazo de un oso y la caricia de un peluche.
P. H.- Esa dualidad de ternura...
A. M.- Y brutalidad... Llevaba dentro competir. ¿No sé si la gente lo sabe? Fernando y yo tuvimos de niño, a la vez, reuma en el corazón. Entonces llegó un médico y dijo: "Deben hacer mucho deporte". Y Carmela, mi madre, teniente O'Neil, nos puso firmes. Fernando quería ganar al pingpong, nadando.... Con 15 años estaba puro en 'basket' pero desarrollado en deporte. Meneghin llamaba la atención porque era alto y corría a toda la velocidad, una excepción. Fernando fue la excepción española.
Pregunta.-¿Qué jugador actual le recuerda a Fernando Martín?
A. M.- Reyes, por ese instinto y lucha por el rebote. Aunque Fernando tenía un carácter incomparable.
P. H.- Y un tío así no es gracioso.
A. M.- No era cómodo, no. Por forma de ser, el más parecido ha sido Sabonis, un tío sólido que no va a cambiar ni pide nada. Y, como Fernando, son gente que matan por un amigo. Luego son herméticos, sí. Fernando tenía amigos periodistas, pero no entendía que se metiesen en la vida de su hijo o en la suya. Y no era la época de ahora de seguir a los famosos... Prefiero no hablar de eso y quedarme con todo lo que se cuida su recuerdo, y eso no es común en mi país, que es lo que más quiero.
P. H.- Fue admiradísimo, pero hubo un punto de inflexión, la NBA. Fue maltratado por querer irse.
A. M.-¡Si se cambiaron las normas para que no pudiese volver a la selección por apostar por la NBA! Por eso yo no pude estar en los Juegos de Seúl con mi hermano, que ha sido lo más doloroso de mi carrera.
P. H.- Se le trató injustamente. Si fue un competidor en juveniles, si lo fue en senior... Un competidor compite y Fernando se fue a la NBA para competir consigo mismo.
A. M.- Se ha dicho que se vendió por querer competir y vivir una experiencia nueva. Quiso probarse y, como él decía, yo ya he tocado a Julius Erving, le he defendido... Por eso fue castigado, duramente castigado.
P. H.- Sí, muy duramente.
A. M.- A la vuelta de la NBA ya no jugaba igual y... No quito mérito a los de ahora y menos con el nivel que tienen Gasol, Rudy, Calderón..., pero hace 20 años pensar que alguien podía jugar en la NBA sin pasar por la universidad americana es como si dices que Pepu y yo nos vamos mañana a la Luna. Impensable. Podía tener todo aquí, fama, dinero y... No tenía un pelo de tonto y sabía el riesgo que entrañaba, pero te aseguro que no se arrepintió nunca.
P.-¿Cómo se vivieron en casa los capítulos históricos: firmar un contrato de más de 100 kilos (de los 80), la NBA, la plata olímpica, los 10 millones que pagó el Madrid al 'Estu'...?
P. H.- No, no, fueron 12.
A. M.- Ah, no tenía ni idea. Todo era muy rápido. Desde que el profe del colegio, técnico del 'Estu', le convence para dejar el balonmano...
P. H.- Y eso que estaba por allí Juan de Dios Román que lo quería.
P.-¿Fernando tendría presente?
A. M.- Sería actual, como una música que no muere, una canción que es de los 70, de los 80, pero yo creo que sonaría perfecto en el baloncesto de ahora. Delibasic era la leche, pero hoy le volarían la cabeza.
P. H.- Hubiese adquirido estrategias, tácticas, para hacerse un hueco en la selección de nuestro tiempo.
A. M.- Ahora hay un jugador, Velickovic, que me llama la atención por la versatilidad. Y Fernando era un poco así. Aguantaría por cabeza y por físico, que no es sólo músculo. Cuando la gente ve a Navarro en chanclas, dirá: "Vaya mierdecilla". Pero los pies de ese chico, su sistema nervioso, lo hacen imparable.