De los componentes más relevantes de la llamada Generación del 98, se conocen únicamente tres fotos de ellos caminando por Madrid. La de Azorín, la de Valle-Inclán y la de Baroja. Los tres captados en sus paseos por oportunos fotógrafos. Son fotos de extraordinaria expresividad, que no obstante destilan el final de la existencia de los personajes, en un Madrid que quedaba muy lejos del suyo; aquel Madrid de cafés y tertulias de la Puerta del Sol y la calle Alcalá, en las que ellos dominaban plenamente a todas horas, cortejados por una nube de periodistas y escritores, que los ensalzaban y admiraban.
José Martínez Ruiz –Azorín- hacia 1950, caminando por la calle Marqués de Casa Riera en dirección a su casa en la cercana calle Zorrilla
La primera de las tres fotos es la de Azorín. Detrás se distingue la iglesia de San José en la calle Alcalá. Azorín camina bastón en mano, abrigo, bufanda y sombrero por la acera de la calle Marqués de Casa Riera. Debe de ser invierno o acaso una fría tarde otoñal. La dirección del sol en la acera delata que es por la tarde. La soledad del escritor es patente en su rostro, lo propio de un hombre que por entonces había perdido a todos sus compañeros de generación y que nada tenía que contar. El escritor seguramente vendría de ver alguna película en un cine de la Gran Vía, tanto como le gustaba desde que regresó de exilio al término de la guerra civil. Iba casi a diario, y de películas escribía en la prensa, que además comentaba a las amistades que venían a verlo a su casa.
Azorín vivía cerca del lugar de la foto: en la calle Zorrilla, donde falleció. Tenía que seguir una treintena de pasos más para desembocar en la calle de los Madrazo, donde torciendo a la izquierda salía a la del Marqués de Cubas, la calle del Turco del atentado a tiros que sufrió Juan Prim una noche de diciembre. Caminando por ella, Azorín salía a la de Zorrilla a mano derecha.
Ramón del Valle-Inclán hacia 1930 por el Paseo de Recoletos, camino de su casa en calle General Oráa
La segunda de las grandes fotos de los escritores más ilustres de la Generación del 98 es la de Ramón de Valle-Inclán. A saber de dónde venía, aunque sí parece seguro que caminaba en dirección a su casa de la calle General Oráa, número 9, donde vivía con su mujer y sus hijos. No tenía más que recorrer una distancia de poco más de dos kilómetros o de veinte minutos. La bohemia quedaba lejos. Valle-Inclán ya no acudía como antaño a los cafés de la Puerta del Sol, su lugar preferido. El ámbito bohemio lo había enterrado allá por 1910. Atrás dejaba la vida mísera en buhardillas destartaladas, como aquella de que habló Pío Baroja: “Fuimos a la calle Calvo Asensio, donde vivía Valle-Inclán. Don Ramón vivía en un cuartucho pequeño con una cama en el suelo y una caja como mesa de noche. Tenía en la pared tres o cuatro clavos, en donde estaba colgada toda su ropa. Era un hombre tan fantástico que a pesar de vivir en aquella miseria negra, nos habló seriamente de la servidumbre que tenía.”
Valle-Inclán camina por el Paseo de Recoletos entre árboles, bancos y setos hacia la Plaza de Colón. La mano derecha a la espalda parece la clásica pose, y nada menos real, manco de su brazo izquierdo. La foto fue hecha en 1930 por Alfonso Sánchez García (1880-1953) – el gran Alfonso-, a unos pasos del lugar donde se alza desde 1973 la única estatua pública del escritor en Madrid. Tenía don Ramón 64 años. Seis más tarde falleció de larga enfermedad en un sanatorio de Santiago de Compostela. Fue el único que no murió en su querido Madrid.Y el único de los tres que reposa en la capital es Baroja.
Pío Baroja en 1950 en uno de sus paseos por El Retiro
Y la tercera foto antológica corresponde a Pío Baroja, ya con muchos años años encima y trastornos de salud, paseando por el Parque de El Retiro a media mañana. Solía acudir a menudo, siempre solo. Distaba el parque unos 500 metros de su última casa en Madrid en la calle Ruiz de Alarcón, número 12, cuarto piso, en la que vivió de 1940 a 1956, hoy Edificio Baroja, próximo a la iglesia de San Jerónimo el Real y de la Real Academia de la Lengua, y aún más cerca, al Salón de Reinos y al Casón del Buen Retiro, supervivientes del palacio de Felipe IV. A Ruiz de Alarcón hubieron de trasladarse los Baroja tras ser bombardeada a finales de 1936 la casa de tres plantas que tenían en la calle Álvarez de Mendizábal, en el barrio de Argüelles.